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Estoy tan cansada de ese viejo sufrimiento. Quiero que la vida siga adelante, incluso sí que perder todos mis libros y ropa para seguir en esa dirección.
Anne Sexton

Sobre nosotros

La inmovilidad no es nuestra naturaleza. Todo lo vivo nace y rinde tributo a este milagro máximo a través del movimiento, potencia para la creación. Tal movimiento, sin embargo, se manifiesta en cada ser de maneras diversas. Optamos o creamos los escenarios, los espacios o los modos con que damos forma a las materias y comprensiones que nos posibilitan un estar expectante, vigoroso y conmovido ante las dimensiones y misterios de lo vivo, entramado del que hacemos parte. Los caballitos del diablo es la expresión particular de nuestras intrigas; un lugar, una idea, una pregunta constante, un escenario, un ecosistema, un bosque rotundo en el que nos perdemos o hallamos. Y aunque no estamos muy seguros de que sea sólo una librería. O mejor, como no es únicamente una librería, sino un lenguaje y un acto a través del cual movilizamos nuestro derecho a la incertidumbre y la creación, nos fascina imaginarnos como unos expedicionarios. La verdad no sólo imaginarnos, sino trajearnos y vivirlo. Nos perdemos en lo hondo de este bosque y cuando elegimos enrolarnos como libreros optamos por vivir la búsqueda de libros como una expedición botánica. De este modo, nuestra no librería, este pequeño gran espacio, adquiere de entre todas las que puede, la hermosa imagen de un herbario. Un herbario que crece, que va poblándose con los ejemplares de las hojas y las flores más profundamente amadas. Estas últimas, dice Maeterlinck en La inteligencia de las flores, son los seres en los que “se concentra el esfuerzo de la vida vegetal hacia la luz y hacia el espíritu”… y quizá eso también sean los libros, un esfuerzo semejante. Entonces nosotros, amanuenses, simios humanos que atestiguan la vida, el tránsito del tiempo, nos abocamos a su escritura y a la lectura para dejar indicios a nosotros mismos de las incontables ficciones con las que enérgicos y dichosos o desdichados y circunspectos, procuramos la luz y el espíritu mientras somos vida. Amamos buscar libros porque buscar libros no es sólo buscar libros. Dedicar una buena parte de lo que somos a buscar libros, es también hallar un tipo de espécimen vivo, siempre vivo, que acompaña, y en ocasiones guía, nuestro tránsito hacia eso indecible que de vez en cuando llamamos el fin de la vida.

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